sábado, 19 de noviembre de 2011

Una revisión al pensamiento de Mario Briceño-Iragorry en su cuentística (1915-1920)


Valmore Muñoz Arteaga
Universidad Católica Cecilio Acosta

La cuentística de Briceño-Iragorry se encuentra diluida en la prensa trujillana y merideña de las primeras décadas del siglo XX. Entre 1915 y 1920 se pueden leer en Ariel y El Rehabilitador de Trujillo, y Albores, Veinte años, Tic-Tac, Alquimia y Ecos Andinos de Mérida. Y que probablemente reuniría en un texto que permaneció inédito llamado Cuentos de estío. Una colección que consta de unos 21 cuentos cortos, que aunque de una notable pobreza narrativa en comparación con los cuentos que venían publicando en la prensa compañeros de generación, entre ellos: Jesús Enrique Lossada y Julio Garmendia; sí poseen el testimonio de un pensamiento en formación, de una pasión ‘comprometida’ con la integridad de una sólida conciencia social bajo el cobijo un discurso que está desarrollándose en América latina. Cuentos, así como su poesía, que parecen significar la ejemplificación de una cátedra que viene dictando desde el ensayo.

El cuento, como la poesía y el ensayo, será el agente fundamental para la creación de un diálogo entre la juventud, reconocida como la generación del 18, y los promotores del modernismo y de la unidad latinoamericana; principalmente Rodó, Ugarte, Vasconcelos y Martí. Un diálogo intercultural que entiende que:

Para ayudar en la tarea concreta de construir una América latina que, en el espíritu de la propuesta por Martí, sea realmente la casa en la que conviven, con y en justicia, todas las diferencias culturales que hacen la riqueza de nuestro continente

Un diálogo que buscará los aires nutricios en un modernismo que respira desde su ‘fundación’ aires del romanticismo europeo, básicamente, el alemán y el francés. Mario Briceño-Iragorry forma parte importante del coro ‘dionisiaco’ de este diálogo intercultural. Desde el cuento abonará el camino de la angustia colectiva del intelectual que se margina de la sociedad, que se autoexecra de la realidad para habitar los laberintos del minotauro y del ensueño. En el cuento morirá como hombre para nacer nuevamente despojado de la mediocridad y la insuficiencia de la hora menguada. Para hacerse superhombre en búsqueda de la utopía. Una utopía que busca la fundación de una nueva sociedad, pero dirigida por los más aptos (recordemos su participación 30 años después en el Partido Democrático Venezolano y la concepción de este en el manejo de la nación). ¿Acaso hablamos de la República platónica? Sin duda.

En todo caso, Mario Briceño-Iragorry va tras la huella de si mismo por los senderos del romanticismo europeo, y desde allí fermenta el buen vino que celebran sus palabras ora en el ensayo, ora en la poesía, ora en el drama, ora en el cuento. Recordemos que el título de desollado le viene de su producción poética y cuentística, y no del ensayo en donde se hace de un nombre fundamental en nuestras letras.

La cuentística de Briceño-Iragorry está plenada de temas dignos que se juntan para solicitar a la buena audiencia un análisis aun más digno, serio y profundo. Hemos decidido pasearnos por ellos a través de su crítica a la sociedad del momento. Trabajaremos la cítrica a la sociedad porque queremos ser solidarios con Marx cuando refería que mientras hubiese capitalismo, este tendría su crítica, y ella, provendría necesariamente del espíritu romántico.

El romanticismo en el que puede adscribirse la cuentística de Briceño-Iragorry, es el mismo que describe el sociólogo Michael Löwy como un movimiento cultural de protesta contra la civilización industrial - capitalista moderna, porque considera que ella destruye los valores comunitarios; porque cuantifica y cosifica la vida social; y lo más importante, porque produce el desencadenamiento del mundo. Al enfrentarnos a la primera narrativa de Briceño-Iragorry tropezamos con un discurso agónico que critica los modos de vida y las tradiciones antiguas destruidas por el avance desmedido de esa civilización capitalista - industrial que insurge en Venezuela con la explotación petrolera y que legalizará el positivismo gomecista, y su manejo de la sociedad desde las teorías darwinianas.

En el cuento El otro, publicado en El Rehabilitador de Trujillo el 18 de marzo de 1916, Briceño-Iragorry cuenta la conversación de una madre con su hija enamorada de un poeta:

Convéncete Helvia, no debes elegir para esposo ese que acabas de nombrar. La elección debe recaer siempre en persona que, además de sus cualidades de caballero, reúna las de un individuo pudiente. ¿Qué vas a ganar con que te adore, con que sepa decirte: “tú eres la luz de mi vida”, “por ti iría al cielo y robaría una estrella para colocarla a tus plantas como una humilde ofrenda de amor”, si no puede satisfacer tus caprichos de mujer hermosa y galante?... Di pues, ¿qué vas a ganar con todo esto?

Palabras que nos recuerdan el poema “A un joven burgués” de su coterráneo José Félix Fonseca publicado en su primer libro Hojas errantes (1916) y prologado, justamente, por Briceño-Iragorry:

Me aborreces con furia impotente

porque sabes muy bien que yo no humillo

la altivez luminosa de mi frente

ante tus onzas de dorado brillo.

Pretendes con tu vil palabrería

encenegar mis cantos de poeta:

es que tú envidias la franqueza mía,

es que mi nombre de escritor te inquieta.

porque el insultador no vale nada

jamás intentaré blandir mi espada

aunque vomites de furor espuma.

pero si piensas quebrantar mi calma

sabe que puedo calcinarte el alma

con el trágico fuego de mi pluma!

Más adelante en otro cuento intitulado Las rosas, publicado en el mismo periódico, pero en 1916, escribe:

-Sabes que me acuerdo ahora de aquel poema persa de Abon Isaac, dijo Gabriel, el magnífico poeta, cantor de la voluptuosidad de la vida, que vivía entre jardines llenos de otoño y que dice en el ritmo sonoro de uno de sus versos: “...qué podrás comprar con el dinero de tus rosas que sea más amable que las rosas?...” Porque sabes que causa verdadera lástima ver cómo esas pobrecitas floreras atraviesan las calles solicitando compradores para su fragante mercancía, para esa mercancía florida que es el símbolo de sus vidas pobres y humildes.

-Mira, empezó Efraín después de un tiempo silencioso, tienes razón en lo que dices, pero cuando el poeta persa existió, cuando sus sueños floridos vivían una vida dúplice bajo los árboles enfermos de otoño, que tú dices, o bajo el follaje, febriciente de vida por el beso de la primavera, donde él sentiría acaso esa gran voluptuosidad de la vida que canta en sus poemas sublimes, serían las rosas únicamente lo más amable que se vendiera, lo más espiritual, pero hoy, Gabriel, hoy el estado morboso de la sociedad humana, las prácticas pestilentes de una moral hacen que se vendan cosas más adorables, como el corazón, como la honra, ¿has visto algo más doloroso que una honra hecha pedazos, agonizando sobre unas escasas monedas de plata?... ¿o un corazón vendido por una efímera posición social?...

- Convéncete: hoy existe un gran estío en el alma

El romanticismo no es únicamente un modo de hacer literatura, va más allá de eso. El romanticismo es una conducta, o como lo dice Michael Löwy en una entrevista ofrecida a Néstor Kohan en Argentina:

-Defino el Romanticismo no como una escuela literaria del siglo XIX, como suelen hacer los manuales, sino como un movimiento social y cultural amplio que tiene su expresión en el campo de la literatura y el arte, pero también en la filosofía, en la política, en las ideas sociales y económicas, en la teología y la religión. Es decir, en todos los campos de la cultura social. Para decir esto me apoyo en trabajos de autores como el joven Lukács o el historiador E.P. Thompson, pero ellos no llevan el análisis hasta las últimas consecuencias. El Romanticismo, tal como yo lo entiendo, nace en la segunda mitad del siglo XVIII, pero no termina en 1830 ni en 1848, sino que continúa incluso hasta hoy.

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