sábado, 19 de noviembre de 2011

Mario Briceño Iragorry y los problemas de la Sociedad venezolana

-Ramón Briceño Cherubini-

En diversos textos escritos por Don Mario Briceño Iragorry, encontramos una constante sobre el diagnostico de la situación socio-política y cultural de Venezuela.

En su obra de los años 1946-47-49 y 1953-1958, hace un análisis profundo de los problemas de la sociedad venezolana. Nos habla de los defectos de nuestra sociedad.

En sus obras Casa León y su tiempo: aventura de un anti-héroe de 1946 y El regente Heredia o la Piedad heroica de 1947, como la carta a Andrés Induarte publicada en 1949 bajo el título de En desagravio de Venezuela, o las consideraciones contenidas en La traición de los mejores escritas en Costa Rica, febrero 1953, pasando por los conocidos ensayos Aviso a los navegantes y Mensaje sin destino, hasta llegar a la Hora undécima, en todos encontramos la insistente necesidad de indagar, interpretar y ofrecer su visión sobre los distintos problemas que aquejaban a Venezuela.

Este trujillano estudia las bases históricas de Venezuela en torno a la crisis de pueblo. Estudia el proceso constructivo del país. En su obra “Los Riberas”, novela escrita en el año 1957, nos refleja que "Venezuela ha vivido a la sombra de caudillos". En esta obra no nos habla de cualquier caudillo, sino de Juan Vicente Gómez, quien tuvo como uno de sus mayores méritos "acabar con los caudillos regionales".

"No hay memoria para nada en Venezuela" dice uno de los personajes de la novela. Se escribe una Historia útil para los hombres que vivirán en este país.

En su obra: “La hora undécima”, del año 1956, expresa que “Sin que los hombres tomen conciencia de si mismos, no llegarán al cumplimiento de su destino”. Nos dice Briceño-Iragorry: “Planteo en estas páginas el caso de nuestra cultura universal relacionada con el propio valor de la venezolanidad en su dimensión de justicia humana. Mi empeño apunta a fijar líneas para una concepción integral del valor y del deber del hombre venezolano”.

Fue un estudioso de la tradición venezolana durante la Colonia y en general de la historia de Venezuela. Dijo en San José de Costa Rica que: “Nuestra Democracia carece de bases reales, por la ausencia de costumbres y sentimientos que la hagan posible. Nuestra mentalidad está preparada, como lo hemos sentido en carne viva nosotros mismos para las formas dictatoriales…nuestra conciencia de pueblo está formada por la sedimentación de sentimientos guerreros, propensos a considerar la autoridad como una fuerza que se impone por si misma y no como la resultante de un consenso cívico. No tenemos nosotros individualmente la culpa que toca a la historia”.

Para Don Mario la irresponsabilidad individual se convierte en irresponsabilidad social que se traduce en la falta de sentido cívico que expresa el pueblo venezolano. Este defecto se ve agravado por el hambre, el analfabetismo y el autoritarismo presentes en nuestra sociedad.

Briceño Iragorry nos dice que “ Sobre una sociedad corrompida por la mentira, no se puede construir nada válido. Ayer hubo falsedad en discursos y palabras de los gobernantes. Hoy la falsedad trasciende a todo…todo conspira en Venezuela, al endiosamiento de la mentira. Todo se rinde al poder disolvente del dinero”.

Para Don Mario hablar de las fallas, de los problemas de la sociedad venezolana, era el inicio de un proceso de recuperación. Pensaba que si encontrábamos cuáles eran nuestros defectos fundamentales y les buscábamos remedios, no tardiaríamos en encontrar una salida.

Hoy les hablamos, a una distancia de 50 años de su partida física, de este escritor trujillano, que va a construir un importante legado en el debate de las ideas ocurrido en Venezuela en las primeras cuatro décadas del siglo; un debate de ideas que pretendió, definir los patrones políticos, económicos, sociales y culturales de un país que abría los ojos a la modernidad. Obras de importancia fundamental como Tapices de historia patria, El caballo de Ledesma, Mensaje sin destino, Alegría de la tierra, Aviso a los navegantes, entre otras, comprueban el interés de Briceño-Iragorry por definir el perfil de Venezuela ante el mundo y ante ella misma.

En esa búsqueda de conceptos, el escritor trujillano entiende que no puede alcanzar dicha definición sin antes proceder en la renovación del mundo espiritual del venezolano. Según él, nada puede ni tiene sentido sin admitir la presencia de Dios en la vida y obra del hombre; en tal sentido, su análisis social y cultural pasa primero por un análisis espiritual centrado en su fe en Cristo y en la doctrina católica. Es por ello que se siente en la necesidad de fijar posición acerca del Cristo que decide seguir y a quien le va a brindar importantes y hermosas páginas de sus obras.

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